LETRAS EN LA BARRA

“El breve listado de veintiocho cosas que tienen que ver contigo y conmigo”
Por: Manuel Avilés

 Siempre me gustó echarle la culpa al clima. Un cielo nublado, gotas pequeñitas pegadas a la ventana y una estela obscura que confunde la mañana con el atardecer. Suelo helado compartiendo la temperatura de mis pies y mis manos tensas. Me agradó decirle que sí a lo imposible, a lo pecaminoso, a la separatidad, incluso a lo desagradable, soltando bostezos falsos al son de segundos lentos que nunca quisieron huir. Hoy no me place. Percibo mejor los trazos que parten del centro y no de la circunferencia, como haciendo que los susurros del diablo suenen igual que el hojeo de periódicos viejos leídos por un muerto en la habitación.

El día que me enamoré de Julieta las cosas eran más simples, intuyo que ya lo sabes. Eran tiempos en que la furia se podía materializar con dolor y desvanecerse, cual arena en el mar, una vez que la jornada se dormía. Las rachas preferían la desnudez, se sentían increíbles ante lo que no era conocido, pues otorgaban mejoría y no prometían más que lo real, aunque fuera mundano. Y por eso, sólo por eso sabían delicioso. El martilleo de los hechos era un gobernante absolutista dispuesto a encarcelarme en una prisión placentera en donde, a pesar de ser dueño de la llave del candado, podría permanecer una eternidad y media por mi propia voluntad.

1) Los primeros tiempos comenzaron como debían suscitar los de en medio: Olvidándose rápidamente. Pues ¿Quién era yo para capturar imágenes artificiales tan falsas como hacer el amor sin amarnos? ¿Quién eras tú para pedirme, en tu estado de libertad, que fuese más como tú que como yo? No lo sé, porque el que sabe, debería ni siquiera preguntarlo.

2) No tengo que decirte lo mucho que me gustó que me regalaras un cuaderno. Si bien lo pienso, fue dulce que me dieras un respiro prolongado para llenarlo con canciones y cuentitos que nunca aprendí a escribir. Las tardes en que buscaba un trozo de inspiración que llenara los augurios de mi alma fracasaban de tajo ante la voraz exigencia de leer historias en lugar de crearlas.

3) Una vez bebimos cuatro cervezas frías. Luego yo solo bebí dos, muy tibias, y arrojé colillas por la ventana. La ventana parecía un basurero de pintor posmoderno y el ángulo de mi reflejo frente al vidrio no me dejó ver tu cuerpo dormitar en nuestra cama. El vidrio estaba roto.

4) Cuando salimos de viaje tomamos el transporte público y nos abrazamos en lo que parecía ser un vehículo hecho para los dos. Cantábamos melodías alegres y nos tomábamos de la mano para sentirnos más locos y más seguros. A medio camino se nos antojó una pizza y el amor se terminó.  La pizza era combinada y fuimos felices de nuevo. El pizzero dijo que mi rostro se parecía al de un guapo futbolista colombiano. Derramé media michelada.

5) Me puse las botas que me regaló Berenice y me fajé una camisa rayada. Te pusiste un vestido bonito que combinó con tu cabello lacio y nos vimos en un crucero intermedio. Si hubiera sabido bailar me emborrachaba ese día y te abandonaba en el bosque. Tenía dos pies izquierdos y una creatividad tonta. Dormimos en casa de mi madre.

6) El día que llegamos a mi origen te mostré mi departamento y te enojaste con la circunstancia. Juan Carlos nos prestó su sofá para que descansáramos, pero no pude dormir. Ese fin de semana todo fue muy similar, y casi igual de doloroso.

7) Sólo te regalé una rosa amarilla en la vida. Sólo te regalé una rosa de cualquier color en la vida. Siempre quise regalarte Lilis, pero a ti te gustaban los girasoles. Yo detesto cualquier cosa que mire hacia donde apunta el sol.

8) Estuve en la fábrica de neumáticos durante dos días planeando cómo decirte que fueras mi novia. Estuve tres días haciendo lo que pensé en la fábrica de neumáticos durante dos días. Realicé durante un día lo que estuve haciendo durante tres días pensando lo que planee en la fábrica de neumáticos durante dos días. Lloraste y yo me quemé las pestañas con gasolina.

9) Le cancelé nuestra primera cita formal porque era más alcohólica que yo y por ello tuve que ir sólo a la fiesta. A la mañana siguiente ya estaba enamorado.

10) Me sentía imparable por ir manejando un coche veloz y bonito que además tenía excelente música. Llegué hasta tu casa sin tomar un buen atajo. Di vuelta como si supiera hacerlo y escuché “Perfume de Gardenias” siete veces seguidas. La mejor navidad de mi vida.

11) Me sentía derrotado y sin futuro después de llegar de un viaje largo. El corazón estaba roto y ninguna canción era un buen consuelo. Le hablaba en secreto treinta o cuarenta veces seguidas sin obtener respuesta. Tú te acostabas con alguien por ahí. La peor navidad de mi vida.

12) Para entonces no conocía la delicadeza de tu estómago. Los juegos artificiales nos hicieron escapar de la plaza principal. Subimos a la rueda de la fortuna y fumé un cigarrillo cuando estábamos en la punta. Comí tacos y tú viste cómo yo comía tacos. Tu estómago te mataba. Puse una casa de campaña para ti y no pasamos demasiado frío. Te escribí una canción que se quedó en el computador que me robaron y me cuesta recordar hoy. No fui a trabajar. Tu estomago no te mató.

13) Me quedé dormido con la mayoría de las películas que vimos juntos. Sólo me gustaba ver películas si era a tu lado. Sólo podía dormir si era contigo. Estaba condenado a elegir uno de los dos.

14) A  veces me gustaba mucho hablar contigo porque tenías más elocuencia y razón que la mayoría de las personas que conozco. Me gustaba prepararte un sándwich por la mañana.

15) Lo ocasión en que robaste todo el alcohol de la cantina de tu padre para regalármelo supe que eras el amor de mi vida. Cuando me terminé el alcohol recordé que no tenías padre.

16) Nunca lloré frente a ti, aunque dos veces lo hice estando contigo. La primera no la sabes. La segunda no la sabrás.

17) Una vez oriné un bote de basura. Una vez oriné la puerta de una casa. Una vez oriné la llanta trasera de un coche a media noche. Una vez te oriné mientras nos dábamos una ducha. Nunca he orinado dentro de un autobús.

18) Tenías un par de anteojos muy bonitos, siempre los olvidabas en mi casa. ¿Existirán anteojos que borren la memoria?

19) Un buen novelista pudo escribir un libro entero de cada uno de los prolongados sueños que siempre me contabas apenas despertabas. Yo soñaba con un incendio y despertaba tosiendo.

20) Amo los chilaquiles casi tanto como mi propia vida. Cuando comimos juntos los más ricos del mundo, tú te la pasaste llorando. Siempre voy a preferir los rojos.

21) Fuimos a un festival maravilloso con doscientos pesos en nuestra bolsa. Comimos cacahuates, bebimos cerveza, destilado de caña y refresco de toronja. Supe que estábamos viejos para las desveladas  y para la pobreza.

22) Nunca te dio pena cantar, aunque tienes una voz desafinada. ¿Qué probabilidad había de que comieras croquetas de perro y descubriera tu terrible voz la misma noche?

23) Dijiste que querías tener dos hijos y yo te dije que quería fumar dos cigarrillos. Siempre tendrás buenos amigos.

24) Me tatué un árbol sin hojas en el antebrazo porque me gustan los árboles sin hojas. Comienzan a gustarme las manzanas.

25) El día de mi cumpleaños no es más que el día después del día antes de mi cumpleaños. Me regalaste un rollo de papel higiénico, una bolsa de dulces, un paquete de calzones, una Victoria de 473 mililitros, una cajetilla de cigarros y creo que dos millones de dólares. Me equivoco; no me diste un rollo de papel higiénico.

26) Nos tomamos más de cien fotografías juntos y al parecer yo tengo cero, tú tienes veinticinco y me debes un rollo de papel higiénico.

27) El ocio valía la pena contigo.

28) Siempre supimos que dios no existía, que había música que hacía sangrar los oídos, que la familia importaba más que mucho, que los muros caen, que los cutter escolares cortan más que los cuchillos de cocina, que los destinos reencuentran, que la resaca es mortal, que es divertido arruinar el final de los libros, que el sol no quema tanto, que habrá una canción favorita cada semana, que nuestras ropas combinan, que las mujeres roncan más que los hombres, eructan más que los hombres y son más fuertes; que los besos trascienden, que los abrazos se guardan y sobre todo, que los recuerdos se quedan.

Final y curiosamente el clima nunca tuvo la culpa, probablemente sea la causalidad errónea de predecir el futuro o interpretar el presente cuando cuesta menos no hacerlo. Del nacimiento a la entropía, la luz al foco y el elogio al canal; del meramente acertado motivo realizado y cuyo lugar es irrepetible, las gotas seguirán cayendo en la ventana y ahora el atardecer se confundirá con la mañana.

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