ENTRE LAS GRIETAS.
D O L O R E S A J E N O S
REM TVILLEGAS
"Nadie es profeta en su propia tierra..." (Lucas 4:24)
"...Solo somos portadores de penas ajenas" (Rayden)
Escribo.
Mientras escribo esto estoy escuchando una canción que le gustaba mucho a mi abuelo que falleció hace dos años. Así que será una columna muy emocional.
Cuando todos gritan que te calles, que no vale la pena, yo disiento. Yo disiento constantemente, lo hago cuando una niña de once años desaparece y nadie la busca, lo hago cuando matan a golpes a un chico que caminaba a casa y nadie lo ayudo, lo hago cuando abrazo a la madre de la chica que encontraron muerta en el canal, lo hago. Yo disiento.
"No estoy de acuerdo", lo digo y lo sostengo.
Sabemos nuestros limites, sabemos lo que podemos ofrecer y lo que no. Sabemos que no somos héroes, sabemos que no podemos solucionar todo lo que esta mal en el sistema. Nadie es profeta en su propia tierra, lo dijo Jesucristo en alguna parte de la biblia, a nadie le creerán sus intenciones. Pero que más da.
Cargo en mi espalda el dolor ajeno como sí fuera el mio propio. Lo cargo por voluntad, porque alguien debe hacerlo. Porque ya no debemos ser indiferentes a lo que pasa, porque no podemos seguir permitiendolo.
Miro a mi lado y escucho a mi compañera gritar fuerte "JUSTICIA", miro hacia atrás y veo al hermano de la niña secuestrada sostener el corazón de su madre, que se deshace en llanto cuando pronuncio su nombre; fuerte y claro.
Y algo se rompe sobre mi.
Y lo pronuncio más fuerte en el camino, y sostengo su nombre con la garganta destrozada. Lo grito una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez...
Pero nadie escucha, todos miran, todos entienden, pero nadie escucha.
Y seguimos marchando con el corazón en la mano.
Con las lagrimas en los bolsillos.
Con el alma arrastrada por nuestros pies.
Pero seguimos... seguimos.
Aquí no se rinde nadie.
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